lunes, 23 de noviembre de 2015

La Iglesia de Santa Felicitas, donde el amor y la muerte se entremezclan

La dramática muerte de Felicitas Guerrero de Alzaga dio origen al templo que se levanta hoy en el popular barrio de Barracas.

Felicitas, joven de 16 años contrae matrimonio con Martín de Alzaga, sobrino nieto del español que fuera fusilado en los acontecimientos que siguieron a la Revolución de Mayo.
Quedando viuda a los veinte y cuatro años y después de un austero duelo se relaciona afectivamente con Enrique Ocampo, joven altamente conceptuado en los círculos sociales donde actuaba, pasado el tiempo, Felicitas inclinó sus sentimientos a favor de otro pretendiente, Manuel Sáenz Valiente.

Enrique Ocampo no acepta esta situación y con la excusa de devolverle regalos y cartas tiene con Felicitas una violenta entrevista que termina con dos disparos en el cuerpo de la infeliz mujer; Felicitas muere al día siguiente, 30 de enero de 1872.

Los padres de Doña Felicitas construyeron en su memoria la capilla que hoy admiramos.
La construcción de la misma fue obra del arquitecto Ernesto Bunge. No posee un estilo definido, aunque la fachada ostenta reminiscencias neogóticas y neorrománicas. Elementos que se repiten en su interior. Es expresión del eclecticismo.

La Iglesia de Santa Felicitas fue abierta al culto el 30 de enero de 1876, en ocasión de cumplirse el cuarto aniversario de la trágica muerte de la señora de Alzaga.

En los jardines aledaños existe una reproducción de la Gruta de Lourdes, obra dirigida por el ingeniero G. Kreutzer.

Fue inaugurada el 8 de diciembre de 1898 y las esculturas se deben al artista italiano Juan Bellotti.

El templo fue cedido en donación a la ex Municipalidad de Buenos Aires en agosto de 1993.
Desde el 25 de diciembre de 1996 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sede al uso y el goce del templo, por medio de un convenio al Arzobispado de Buenos Aires.

Algunos aventuran que el cuerpo de Felicitas busca descanso eterno en el cementerio de Recoleta. Otros sostienen que está enterrado en la iglesia que, además, le da lugar al mito. Lo cierto es que cada 30 de enero, los más desdichados siguen dejando pañuelos o cintas blancas atados en sus rejas, como ofrendas de amor. No les importa lo demás: si aparecen mojados, con lágrimas de Felicitas, habrá deseos cumplidos y el amor por fin llegará. Y, según dicen, será para siempre.

http://www.santafelicitas.org.ar/SF_Iglesia_Santa_Felicitas_historia.htm

Ph: Pablo Corrales


















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