La dramática muerte de Felicitas Guerrero de Alzaga dio
origen al templo que se levanta hoy en el popular barrio de Barracas.
Felicitas, joven de 16 años contrae matrimonio con Martín de
Alzaga, sobrino nieto del español que fuera fusilado en los acontecimientos que
siguieron a la Revolución de Mayo.
Quedando viuda a los veinte y cuatro años y después de un
austero duelo se relaciona afectivamente con Enrique Ocampo, joven altamente
conceptuado en los círculos sociales donde actuaba, pasado el tiempo, Felicitas
inclinó sus sentimientos a favor de otro pretendiente, Manuel Sáenz Valiente.
Enrique Ocampo no acepta esta situación y con la excusa de
devolverle regalos y cartas tiene con Felicitas una violenta entrevista que
termina con dos disparos en el cuerpo de la infeliz mujer; Felicitas muere al
día siguiente, 30 de enero de 1872.
Los padres de Doña Felicitas construyeron en su memoria la
capilla que hoy admiramos.
La construcción de la misma fue obra del arquitecto Ernesto
Bunge. No posee un estilo definido, aunque la fachada ostenta reminiscencias
neogóticas y neorrománicas. Elementos que se repiten en su interior. Es
expresión del eclecticismo.
La Iglesia de Santa Felicitas fue abierta al culto el 30 de
enero de 1876, en ocasión de cumplirse el cuarto aniversario de la trágica
muerte de la señora de Alzaga.
En los jardines aledaños existe una reproducción de la Gruta
de Lourdes, obra dirigida por el ingeniero G. Kreutzer.
Fue inaugurada el 8 de diciembre de 1898 y las esculturas se
deben al artista italiano Juan Bellotti.
El templo fue cedido en donación a la ex Municipalidad de
Buenos Aires en agosto de 1993.
Desde el 25 de diciembre de 1996 el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires sede al uso y el goce del templo, por medio de un convenio al
Arzobispado de Buenos Aires.
Algunos aventuran que el cuerpo de Felicitas busca descanso
eterno en el cementerio de Recoleta. Otros sostienen que está enterrado en la
iglesia que, además, le da lugar al mito. Lo cierto es que cada 30 de enero,
los más desdichados siguen dejando pañuelos o cintas blancas atados en sus
rejas, como ofrendas de amor. No les importa lo demás: si aparecen mojados, con
lágrimas de Felicitas, habrá deseos cumplidos y el amor por fin llegará. Y,
según dicen, será para siempre.
http://www.santafelicitas.org.ar/SF_Iglesia_Santa_Felicitas_historia.htm
Ph: Pablo Corrales
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