La calle Florida, ubicada en el corazón de Buenos
Aires es para muchos “el orgullo de los
porteños”, “la gracia y la sonrisa de Buenos Aires”, “una calle con alma y con
tradición”. Fue una de las primeras calles favorecidas con los avances de la
modernidad: el empedrado, el alumbrado a gas, el alumbrado eléctrico y los
letreros luminosos llegaron a la calle Florida tan pronto como llegaron a
Buenos Aires.
Pero Florida es, además, testigo mudo de
emblemáticos episodios de nuestro pasado. En la esquina de Florida y Perón
(llamada así desde 1984), tenía su residencia Mariquita Sánchez de Thompson,
cuyas tertulias reunieron a lo más granado de la sociedad de principios del
siglo XIX. Por sus calles, desfiló Urquiza con su Ejército Grande en febrero de
1852, tras vencer a Rosas en la batalla de Caseros. Menos de dos décadas
más tarde, en 1870, otro ejército recorrería la calle Florida. Se trataba esta
vez de las tropas que regresaron de la guerra contra el Paraguay. En Florida y
Córdoba se realizó más tarde aquel famoso mitin del Jardín de Florida, donde se
gestó la oposición al gobierno de Miguel Juárez Célman.
Durante
muchos años, circuló por la calle Florida una línea de tranvías de caballos,
que la Compañía Buenos Aires a Belgrano hacía correr entre ese barrio del norte
con la Plaza de Mayo. Como la calle tiene ancho de siete metros, y el tranvía
rozaba casi las veredas, su paso solía causar molestias y algunas veces
accidentes. Ese fue el motivo que decidió la supresión de línea en esa calle, a
fines del año 1889. Empero, el remedio fue sólo temporario. Pocos años después
el tránsito de carruajes y paseantes se hacía cada vez más numeroso, y cuando
en 1903, en alas del progreso llegaron los automóviles al país y se
incorporaron al tránsito de vehículos de esa calle, surgió el problema con
mayor intensidad. Las autoridades municipales debieron abocarse a la
consideración del asunto, pero anduvieron remisas, esta vez, en hallarle la
solución. Por fin en 1922 se dictó una ordenanza prohibiendo la circulación de vehículos
por la calle Florida entre las once y las veinte horas, prohibición que rige
aún, y fue dictada en beneficio y homenaje a la calle más elegante y mimada de
la ciudad.
El
llamativo ornato de sus comercios le otorgó a Florida alcurnia, prestancia y fama
–no sólo en el país, sino también en el exterior- semejante a la de la Rue de
la Paix en París, con sus lujosos escaparates exponiendo maniquíes con finos
vestidos femeninos de la última moda europea, vidrieras magníficamente
iluminadas conteniendo joyas valiosas, librerías y fotografías y salones de
arte. Recibió Florida un nuevo empuje de modernismo y suntuosidad, allá por los
años 1918 al 20, a
la terminación de la primera guerra mundial. Por esa época, llegaron como
novedad al país los letreros luminosos y las orquestas de jazz, apareciendo
entonces de inmediato en la renombrada calle, muchos edificios de importancia,
como la Galería Güemes, el Gran Cine Florida y otros.
En los
días de los festejos del centenario del año 10, Florida fue el centro de los
desfiles militares y de los civiles que improvisaba el entusiasmo popular,
ofreciendo la calle con el flamear de banderas de todos los países del mundo y
el sonar de las bandas una grata sinfonía de música y colores. Por la calle
Florida pasaron en esa ocasión, personalidades de alta categoría, tales como el
presidente de Chile, doctor Montt, la Infanta Isabel de Borbón, embajadores,
militares y ministros plenipotenciarios extranjeros, siendo todos ellos
acogidos con flores arrojadas desde los balcones, vítores y aplausos por la
multitud. En el año 1918, hubo allí grandes manifestaciones populares, con
motivo de la terminación de la primera guerra mundial. Y fue Florida en fin,
durante muchos años, la calle obligada de los desfiles militares y actos
patrióticos de la juventud.
Muchos
personajes argentinos tenían por hábito pasear por ella. Mitre, en su larga
ancianidad transitaba casi diariamente deteniéndose ante las librerías y el
general Roca, al regresar a su domicilio desde la Casa Rosada, también lo
hacía. El general Uriburu siendo presidente paseó por Florida casi todas las
tardes. Además de ellos, todas las personalidades y artistas famosos que
llegaban al país no dejaban de darse un paseíto por la renombrada calle. Así se
les vio pasar a Jaurés, Clemenceau, Ferri, el príncipe Eduardo de Gales, el
príncipe Humberto, Caruso, Sara Bernardt, María Guerrero, Benavente, Anatole
France y tantos otros. El general Lucio V. Mansilla, de levita y galera gris,
su flor en el ojal, su perita, su monóculo y su arrogancia, era un hombre
popular en la calle Florida, por los años 1900 al 1911.
El
teatro Nacional, entonces de categoría, funcionó durante varios años en la
calle Florida entre las de Piedad –hoy Mitre- y Cangallo, vereda de los números
pares. Por su escenario desfilaron artistas de fama mundial: Rafael Calvo, la
Tettrazani, María Tubau, Tina di Lorenzo y otros. Ese teatro fue destruido por
un incendio en el año 1895, y no volvió a ser reconstruido.
Existieron
por allí muchos comercios importantes, hoy casi todos desaparecidos. Entre
otros el “Sportsman”, amplio y lujoso restaurante, situado en Florida entre
Rivadavia y Bartolomé Mitre, vereda que mira al este. Cayó bajo la piqueta
municipal en el año 1914, por la apertura de la diagonal Roque Sáenz Peña. La
confitería del Águila, que se hallaba ubicada en esa misma calle entre las de
Bartolomé Mitre y Cangallo, y fue centro de reunión, entonces, de la gente chic. LaRotisserie Charpentier,
también de categoría, que estaba en Florida y Sarmiento. La lujosa joyería
Favre; el bar Girard, en Florida y Corrientes, y tantos otros.
Para el porteño auténtico, Florida es siempre Florida; es
decir, la calle preferida, la calle de los recuerdos, la calle por donde paseó
sus años mozos, con sus inquietudes, sus amoríos, sus emociones, sus sueños y
sus esperanzas.
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Ph: Pablo Corrales