jueves, 28 de abril de 2016

Monasterio Santa Catalina de Siena

El Monasterio de las Catalinas, o Monasterio de Santa Catalina de Siena, adosado a la Iglesia de Santa Catalina de Siena, en la manzana delimitada por las calles San Martín, Viamonte, Reconquista y la Avenida Córdoba, en el barrio de Retiro de la ciudad de Buenos Aires, fue el primer monasterio para mujeres de la dicha ciudad, uno de los más antiguos y prestigiosos en la etapa colonial de Buenos Aires, y muy vinculado a la historia del país.
A principios del siglo XVIII se impulsó en la ciudad la construcción de conventos. Así, por Real Cédula del 27 de octubre de 1717 el presbítero Doctor Dionisio de Torres Briceño obtuvo del Rey Felipe V de España la autorización para fundar un convento de Monjas Dominicas. Las también llamadas Monjas Catalinas pertenecen a la Segunda Orden Dominicana (la Primera Orden es la de los Padres Dominicos o Frailes Predicadores, fundada por Santo Domingo de Guzmán a principios del siglo XIII).
Briceño decidió emplazar frente al Hospital del Rey, en la esquina de las actuales calles Defensa y México. En 1727, tras adquirir varios solares, se dio inicio a las obras de construcción sobre planos del hermano jesuita Juan Bautista Prímoli y del prestigioso arquitecto italiano Andrés Bianchi, también jesuita. Al poco tiempo, el 24 de abril de 1729 falleció Briceño por lo que las obras fueron paralizadas, situación que se mantuvo por varios años ante la falta de financiamiento y las dudas del Gobernador Bruno Mauricio de Zabala y el Obispo Fray Juan de Arregui respecto de su ubicación.
El sucesor de Zabala, brigadier Miguel de Salcedo, en 1737 llamó a licitación para continuar la obra, que fue concedida a Juan de Narbona, importante comerciante aragonés (alarife, proveedor de cal) y constructor del convento de Recoletos. Narbona solicitó el cambio de ubicación aduciendo que la elegida se encontraba en una parte baja de la ciudad, en extremo transitada, que las paredes levantadas eran débiles para soportar mayores cargas y que la superficie planeada era escasa. Propuso retomar las obras en un nuevo terreno, una manzana completa conocida como "la Manzana del Campanero", propiedad de la familia Cueli, en el barrio del Retiro, a siete cuadras de la Plaza Mayor, con frente a la calle de la Catedral. Era un barrio más seguro, de mayor altura, vista al río de la Plata y, siendo cercano al centro, estaba más aislado del trajín de las calles principales
El acceso central a la iglesia, con arco de medio punto que está enmarcado por dos pares de pilastras toscanas, está rematado por un frontis de estilo clásico. El presbiterio es de forma rectangular y tiene una cúpula baja. La única torre se ubica sobre el lado izquierdo del edificio. El interior es de una sola nave. A la izquierda del presbiterio una gran abertura enrejada comunica con el coro bajo. Sobre el nártex se encuentra el coro alto del que parten galerías perimetrales con óculos. A través de éstos y de la reja del coro bajo, las monjas participaban de las ceremonias religiosas sin ser vistas. Las fachadas del convento y de la iglesia fueron modificadas en 1910, según planos del arquitecto Juan A. Buschiazzo, perdiendo en gran medida su austeridad original. En la modificación de 1910 se colocaron los vitrales y la imagen de Santa Catalina de Siena que corona el frontis. Los altares datan del siglo XVIII y principios del siglo XIX. El retablo mayor es de 1776, de madera tallada, dorada y policromada, de 12 m de altura y fue tallado por el artista español Isidro Lorea.
El convento, adosado al flanco izquierdo de la iglesia, fue construido íntegramente de ladrillo y cal. Está compuesto por dos plantas dominadas por dos claustros, uno alto y otro bajo, con celdas para alojar cuarenta monjas conventuales. El convento está dispuesto alrededor de un patio con galerías abovedadas. En la planta alta, además de las celdas, se encuentra una pequeña habitación de planta cuadrada, cubierta con una cúpula con linterna, que se comunica visualmente con el presbiterio de la iglesia y era conocida como la capilla del noviciado.
La Iglesia de Santa Catalina de Siena, en San Martín esquina Viamonte, fue declarada Monumento Histórico Nacional por Decreto 120.412 del 21 de mayo de 1942, mientras que el Monasterio recibió similar distinción por Decreto 369 del 18 de febrero de 1975.
 Ph: Pablo Corrales








sábado, 23 de abril de 2016

Hotel de Inmigrantes, parte del sueño de "hacer la América"

El Hotel de Inmigrantes fue construido para recibir, prestar servicios, alojar y distribuir a los miles de inmigrantes que, procedentes de todo el mundo, arribaban a nuestro país. 

El complejo estaba conformado por diversos pabellones destinados al desembarco, colocación, administración, atención médica, servicios, alojamiento y traslado de los inmigrantes.
Un conjunto de edificios, como una ciudadela.

Se comenzó a construir en el año 1906, por la empresa Udina y Mosca, según proyecto del Ministerio de Obras Públicas.

En 1990, durante la gestión del Presidente Carlos Saúl Menem, por Decreto n° 2402, fue declarado Monumento Histórico Nacional.

La construcción se llevó a cabo siguiendo el orden que la necesidad demandaba

En primer lugar el desembarcadero, luego la oficina de trabajo, la dirección, el hospital, y por último el hotel.
Mientras se llevaban a cabo las obras, los inmigrantes comían y dormían en lo que había sido el panorama de Retiro, conocido como la "Rotonda", a pocas cuadras de la nueva edificación

De esta forma, los inmigrantes, una vez desembarcados, se iban caminando hasta allí, donde eran alojados.
Cada uno de estos edificios cumplió una función determinante en la organización general de las tareas vinculadas a la inmigración:


DESEMBARCADERO

El acto de desembarco consistía en el abordaje de una junta de visita a cada barco que llegaba, a fin de constatar la documentación exigida a los inmigrantes, de acuerdo a las normas, y permitir o no su desembarco.
El control sanitario también se realizaba a bordo, por un médico asignado a ese fin. La legislación prohibía el ingreso de inmigrantes afectados de enfermedades contagiosas, inválidos, dementes o sexagenarios.

La revisión de los equipajes se llevaba a cabo en uno de los galpones del desembarcadero destinado a ese fin.

HOTEL

Se trata de una construcción de cuatro pisos, de hormigón armado, con un sistema de losas, vigas y columnas de ritmo uniforme, que dio como resultado espacios amplios dispuestos a ambos lados de un corredor central. Integramente pintado de blanco, se acentuaba en todos los ámbitos la sensación de amplitud y luminosidad.

En la planta baja el comedor, con grandes ventanales hacia el jardín, la cocina y las dependencias auxiliares.
En los pisos superiores los dormitorios.

Había cuatro dormitorios por piso, con una capacidad para doscientas cincuenta personas cada uno, lo que significa que en el hotel podían dormir tres mil personas.

A los inmigrantes los despertaban las celadoras, muy temprano. El desayuno consistía en café con leche, mate cocido y pan horneado en la panadería del hotel.
Durante la mañana, las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos, como el lavado de la ropa en los lavaderos, o el cuidado de los niños, mientras los hombres gestionaban su colocación en la oficina de trabajo.

Se habían dispuesto turnos de almuerzo de hasta mil personas cada uno. Al toque de una campana, los inmigrantes se agrupaban en la entrada del comedor, donde un cocinero les repartía las vituallas. Luego ellos se instalaban a lo largo de las mesas a esperar su almuerzo. Este consistía, generalmente, en un plato de sopa abundante, y guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado.

A las tres de la tarde a los niños se les daba la merienda. A partir de las seis comenzaban los turnos para la cena, y desde las siete quedaban abiertos los dormitorios.
Cuando ellos llegaban al hotel, se les entregaba un número que les servía para entrar y salir libremente, y conocer de a poco la ciudad.

El alojamiento, gratuito, era por cinco días, por "Reglamento", pero generalmente se extendia por caso de enfermedad o de no haber conseguido un empleo.

Ph: Pablo Corrales

















lunes, 11 de abril de 2016

Estadio Monumental, Club Atletico River Plate


Cuando se creó el club, en 1901 el primer estadio se situó en una zona cercana al lugar de fundación, en la Dársena Sud. En 1909, por problemas con la autoridad portuaria, se debe mudar a Sarandí pero en 1912 deben regresar, siendo desalojados definitivamente por el Jefe de Movimientos del Puerto en 1913.
Durante lo que restó de 1913, en 1914 y a principios de 1915, el club se vio obligado a alquilar el estadio de Ferro Carril Oeste que ya en esa época estaba en el sitio donde se encuentra actualmente.
De regreso en La Boca, a principios de 1915 se arrendó un terreno en la manzana delimitada por las calles Pinzón, Caboto, Aristóbulo del Valle y Pedro de Mendoza. Allí se construyó un estadio de considerable tamaño para la época, con una gran gradería y una moderna tribuna techada. Allí, River iba a crecer en hinchada y en prestigio por 8 años.
En 1923, el terreno arrendado debe ser dejado, beneficiando al club ya que fue obligado a construir un nuevo estadio. Éste fue construido en el barrio de Palermo, más exactamente en la intersección de las avenidas Alvear (hoy Libertador) y Tagle. Inaugurado el 20 de mayo de 1923, la cancha constaba de dos grandes tribunas laterales.
Para el comienzo de la época profesional, el Club Atlético River Plate constaba con un considerable número de socios que le proveían grandes entradas de dinero. Más aún, el equipo había logrado juntar un enorme número de seguidores no asociados. Por esas razones, los dirigentes tenían la idea de construir un nuevo estadio, idea que fue concretada en 1934 cuando se firmó el boleto de compra de 5 ha de terreno en el barrio de Belgrano más el regalo por parte de la municipalidad de Buenos Aires por 3,5 ha.
La decisión de la dirigencia fue duramente criticada por muchos, ya que se decía que aquél terreno era el peor lugar para la construcción de un estadio, por su lejanía y porque sus terrenos habían sido ganados al Río de la Plata, lo que dificultaría su construcción.
El proyecto fue llevado a cabo por los arquitectos José Aslan y Héctor Ezcurra siendo el 25 de mayo de 1935 el día en que se ubicó la piedra fundamental. Para llevar a cabo la construcción se debió pedir grandes contribuciones a los socios y un préstamo al gobierno por 2.500.000 pesos argentinos.
Aun así, el presupuesto fue insuficiente, teniendo que posponer la construcción de la tribuna norte para varios años después. Se tardó dos años en construir las tres tribunas restantes, tiempo récord teniendo en cuenta la dificultad que brindaba el terreno. En total se construyeron 50 kilómetros de gradas, a base de 26.000 metros cúbicos de hormigón y de 3.000 toneladas de acero, que, dos años después hubieran costado 3 veces más que el valor total del estadio a causa de la Segunda Guerra Mundial.
El Estadio Monumental como se llamó en esa época fue inaugurado oficialmente un 25 de mayo de 1938, en un partido entre River y Peñarol de Uruguay.
En 1958 a causa de la venta de Omar Sívori, ingresaron al club 10.000.000 de pesos, parte de los cuales fueron utilizados para la construcción de la tribuna norte. Ese año se logró que el estadio tenga la capacidad récord para 100.000 aficionados.
La última etapa de construcción se dio en 1977/78, cuando, para el Campeonato Mundial se construyó la bandeja superior de la tribuna norte y transformó las bandejas inferiores en plateas, lo que redujo su capacidad a la actual: 76.609.
Por último, en 1986 se le dio el nombre que lleva hoy, en honor al presidente que inició su construcción: Antonio Vespucio Liberti.

Ph: Pablo Corrales

















miércoles, 6 de abril de 2016

Palacio Barolo, obra majestuosa sobre la Avenida de Mayo


Luis Barolo, progresista y poderoso productor agropecuario, llego a la Argentina en 1890. Fué el primero que trajo máquinas para hilar el algodón y se dedicó a la importación de tejidos. Instaló las primeras hilanderías de lana peinada del país e inició los primeros cultivos de algodón en el Chaco.
En el centenario de la revolución de Mayo, conoció al Arq. Mario Palanti (1885-1979), a quien contrató para realizar el proyecto de un edificio que tenía en mente. Este se convertiría en una propiedad exclusivamente para rentas. Luis Barolo pensaba, como todos los europeos instalados en Argentina, que Europa sufriría numerosas guerras que destruirían todo el continente.
Desesperado por conservar las cenizas del famoso Dante Alighieri, quiso construir un edificio inspirado en la obra del poeta, “la divina Comedia”.
El terreno elegido para levantar el palacio tenía una superficie de 1365 m2 y un frente de 30,88 metros.
Ubicado en la Avda. de Mayo 1370 y Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen), la superficie cubierta resultó de 16.630 m2. En 1919 comenzó la edificación del palacio que se convirtió en el más alto de Latinoamérica, y en uno de los más altos del mundo en hormigón armado.
Con un total de 24 plantas (22 pisos y 2 subsuelos), 100 metros de altura se hicieron posibles gracias a una concesión especial otorgada por el intendente Luis Cantilo en 1921, ya que superaba en casi cuatro veces la máxima permitida por la avenida. Hasta el punto más alto de la cúpula mide 90 metros, llegando a los 100 con un gran faro giratorio de 300.000 bujías que lo hacía visible desde Uruguay.
Una usina propia la autoabastecía en energía. En la década del ´20, esto lo convertiría en lo que hoy denominaríamos “edificio inteligente”.
Desde entonces existen 2 montacargas y 9 ascensores, dos de los cuales están ocultos.
Estos últimos respondían a las actividades comerciales de Barolo. Al llegar la mercadería ingresaba desde los montacargas ubicados en el acceso de lo que hoy es Hipólito Yrigoyen hacia los 2 subsuelos, de 1.500 m2 cada uno. Barolo utilizaba los ascensores ocultos para desplazarse de sus oficinas en planta baja, 1° y 2° piso, hasta los subsuelos evitando el contacto con sus inquilinos, que ocupaban las dependencias a partir del tercer piso.
Desde un inicio el Palacio provocó cierta perplejidad., se habló de estilo “remordimiento italiano”, gótico romántico, castillo de arena, o cuasi gótico veneciano.
La construcción finalizó en 1923 siendo bendecida el 7 de julio por el nuncio apostólico
Monseñor Giovanni Beda Cardinali.
En planta baja funcionó hasta su desaparición, la agencia de noticias “Saporitti”.
En la actualidad es un edificio exclusivamente de oficinas.


Ph: Pablo Corrales









martes, 5 de abril de 2016

Inmaculada Concepción, la iglesia "redonda" del barrio de Belgrano

La primera capilla de Belgrano estaba situada sobre la barranca, esquina de Pampa y 11 de Septiembre, en la pequeña planicie que luego ocupó un edificio de la Dirección de Paseos y los juegos infantiles que allí se encontraban. Cuentan las crónicas, que en su origen estuvo dedicada a San Benito y que fue edificada por un señor Torrecillas, dueño de aquellas tierras, para que sus esclavos, ocupados en las tareas del campo, tuvieran un lugar donde oír misa. Muchos años más tarde esas propiedades tuvieron nuevo dueño, don José Julián Arriola, quien "en 1828, donó aquel oratorio a la Curia y también las tierras adyacentes". Arriola poseía en esos lugares un horno de ladrillos y una calera, la cual, tiempo después, fue explotada por los Padres Franciscanos. El recordado decreto del 6 de diciembre de 1855, por el que se había aprobado la delineación del pueblo, contenía, entre otros, un artículo que disponía: "que también sería de su obligación proveer inmediatamente a la rehabilitación del viejo edificio que allí existe, de manera que pudiera servir provisoriamente para una escuela que debería fundar y para una capilla, mientras se construían en la plaza los respectivos edificios para esos destinos".
El 8 de diciembre de 1856 fueron inauguradas las obras de restauración de la capilla, realizándose con ese motivo una gran fiesta, a la que asistieron el gobernador Valentín Alsina, los Ministros, el arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Aneiros, y una enorme concurrencia. Se ofició una solemne misa cantada, que estuvo a cargo de Fray Olegario Corria, primer capellán de Belgrano. Dos años más transcurrieron. En 1858 fue designado, para su atención, el Presbítero don José Salomón, y el 20 de abril de 1860 se la declaró Parroquia, nombrándose para desempeñar aquel nuevo curato al Presbítero don Miguel Padín. Como aquella capilla era "modesta en condiciones para una población de inusitado desarrollo, precaria por sus condiciones físicas, e incómoda para su frecuentación a través de las calles de tierra a menudo enlodadas, urgía reemplazarla", por lo cual la Municipalidad de Belgrano, que por ese entonces estaba presidida por don Laureano J. Oliver, dispuso, a comienzos de 1864, organizar una Comisión con el fin de que se encargara de los trabajos destinados a la construcción de un nuevo templo.
Una vez que finalizaron todos los estudios referentes a su construcción, los cuales debieron haber comenzado a mediados de 1864, o antes, y presupuestada la obra en un millón seiscientos mil pesos, se fijó como fecha para colocar la piedra fundamental, el domingo 23 de enero de 1865. El acto tuvo lugar a las seis de la tarde, ocasión en que se levantó un acta, la cual fue depositada en un cofre, conjuntamente con las plumas que utilizaron, los firmantes de la misma, y varias medallas de plata que entregó el Padrino de la ceremonia, doctor Valentín Alsina. La construcción del monumental templo, fue encomendada al ingeniero don Nicolás Canale. Luego del fallecimiento de éste, ocurrido en 1876, fue continuada por su hijo José, interviniendo en las últimas etapas el arquitecto don Juan Antonio Buschiazzo. Por falta de dinero, la edificación resultó lenta. Y para obtener más fondos tuvieron que rematar los terrenos de la barranca donde se levantaba la antigua capilla y el edificio de la misma, con todas sus existencias. Hoy tiene lugar el interesante remate en el Paseo de la Barranca del edificio y terreno perteneciente a la Iglesia vieja. Recomendamos este terreno a los ricos capitalistas amantes de lo bueno y del progreso, mucho más siendo su producto destinado para la prosecución de nuestro colosal monumento, la Iglesia nueva".
Desde el año 1871 a 1875 estuvo a cargo de la Parroquia, uno de los sacerdotes que más prestigiaron, por su incansable actividad, la vida religiosa y espiritual del Belgrano de aquellos años. Este fue el Presbítero don Diego Miller, quien dedicó todos sus esfuerzos a los trabajos relacionados con la construcción del nuevo templo, obra que por su magnitud, necesitó también de la labor continuada de mucha gente. Su nombre, encabezaba la nómina que, hasta no hace muchos años, se hallaba grabada a un costado del Altar Mayor, sobre el muro, la cual recordaba a quienes integraban la Comisión, en la época de inaugurarse el templo. Aquella nómina, para conocimiento de los nuevos y para actualizar la memoria de quienes la habíamos leído los muchos domingos de nuestra vida, era la siguiente: "Comisión de las obras de este templo. El señor Canónigo Presbítero D. Diego Miller, Cura Vicario D. Benjamín Carranza, el señor Juan Buschiazzo, arquitecto; el señor don Alejandro Caride, el señor Juan B. Corti, el señor Jorge Civit, año 1878". Finalmente la Iglesia fue inaugurada el 8 de diciembre de 1878, oportunidad en que se realizó una gran ceremonia, asistiendo a ella el Presidente de la República, Dr. Nicolás Avellaneda, y sus ministros; el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Dr. Carlos Tejedor y las más altas dignidades de la Iglesia. Era Juez de Paz de Belgrano, don José María Sagasta Isla y Cura Párroco, D. Benjamín Carranza. Tomado de Cuadernos de Buenos Aires, de Alberto O. Córdoba. EL BARRIO DE BELGRANO. Ed. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires- Planeta, Buenos Aires, 1998.

Ph: Pablo Corrales