Al lugar se lo conoce como El Rosedal de Palermo
porque allí hay unas 18.000 plantas de rosas. Pero antes de 1852 muchos también
lo identificaban con ese nombre aunque no aludían a los rosales sino a los
dominios de Juan Manuel de Rosas, aquel gobernador de Buenos Aires que tenía
allí su residencia, esa que demolieron tras su derrocamiento. Fue en esos
terrenos expropiados donde se diseñó el Parque Tres de Febrero (fecha de la
batalla que decretó la caída de Rosas), tarea que estuvo a cargo del paisajista
francés Carlos Thays. Y donde, 62 años más tarde, se iba a inaugurar ese sitio
que ya es Patrimonio Cultural e Histórico de la Ciudad.
La idea de que allí hubiera un jardín de rosas fue
de Joaquín Samuel de Anchorena, intendente porteño entre 1910 y 1914. Y el
encargado de realizarlo fue el ingeniero agrónomo Benito Carrasco, un discípulo
de Thays, quien esos tiempos era el director de Parques y Paseos. Para El
Rosedal se destinaron más de tres hectáreas que están entre las actuales
avenidas Infanta Isabel, Iraola y Pedro Montt.
La obra de instalación de todos los rosales y el
desarrollo de sus senderos se realizó entre mayo y noviembre de 1914. Y la
inauguración se hizo el 24 de noviembre de ese año. En aquel momento se habían
plantado casi 15.000 rosales de unas 1.200 variedades.
En el mundo, la rosa siempre tuvo una gran
valoración. Es que, al margen de su fragancia y su bella forma, significó un
símbolo de amor. Aquello viene de lejos. Tanto que griegos y romanos siempre
identificaron a sus respectivas diosas del Amor (Afrodita para los primeros;
Venus, para los segundos) con las rosas. Y dicen que en los primeros tiempos
del cristianismo, muchos sostenían que los cinco pétalos que tiene una rosa
silvestre eran como las cinco llagas de Cristo. También cuentan que la rosa
roja fue considerada como una representación de la sangre de los mártires
cristianos, aunque algunos no aceptaban esa asociación porque creían que las
rosas habían estado vinculadas a ritos paganos.
Las variedades de rosas más antiguas se identifican
con nombres como Damasco, Gallica, Centifolia o Alba, que tuvieron gran
popularidad en los viejos jardines imperiales de Francia, Austria y otras zonas
de Europa. Y muchos de esos países aún mantienen rosaledas importantes como la
del Valle del Marne en Francia (creada en 1894); la rosaleda comunal de Roma,
en Italia, (donde cada vecino puede plantar y mantener su propio rosal) o la
del Jardín Botánico de la Universidad de Birmingham, donde hay una colección
que muestra la historia de la rosa en todo el continente europeo.
Por supuesto que El Rosedal porteño figura también
entre los más importantes del mundo y no sólo por sus plantas sino también por
su diseño que incluye, además del bello puente de la entrada, una gran pérgola
también de estilo griego, un embarcadero junto a un pequeño lago y un templete.
Para completar los atractivos del lugar se puede decir que en esa área
del parque también está el Patio Andaluz, que incluye una hermosa pérgola, una
glorieta y una espectacular fuente hecha con mayólicas. Ese sector fue un
regalo que la ciudad española de Sevilla le hizo a Buenos Aires en 1929
Ph: Pablo Corrales