domingo, 3 de julio de 2016

La Usina del Arte, imponente construcción en La Boca

En los albores del siglo XX Buenos Aires comenzó a delinear el perfil industrial que durante casi 100 años caracterizaría a los barrios aledaños al puerto. Fue allí, en el núcleo fabril de La Boca, donde se decidió emplazar el edificio que albergaría a la Ítalo Argentina de Electricidad, un “palacio de la luz”, acorde a la nueva estética industrial de la época, capaz de satisfacer la creciente demanda de energía de la ciudad. El trabajo fue encargado al arquitecto Giovanni Chiogna, un italiano de Trento con influencias neorrenacentistas y florentinas del norte de su país.
El edificio, ubicado entre la Av. Pedro de Mendoza y la calle Senguel (Benito Pérez Galdós desde 1920), comenzó a construirse a fines de mayo de 1914 con un diseño con reminiscencias a un palacio florentino, estilo dominante en las construcciones de iglesias y fábricas de la época. Desde sus orígenes, la Usina marcó un hito en el paisaje urbano: en el pasado, por su escala y monumentalidad (con una superficie total de 7.500m2) potenciada en un entorno desolado,  y en el presente, por su calidad, singularidad y color.
Su construcción fue por etapas. La primera fue la del cuerpo edilicio de Pedro de Mendoza y Pérez Galdós, inaugurado en 1916, un edificio rectangular con basamento de piedra gris, muro de ladrillos con ornamentos pétreos y ventanas uniformes, que encerraba dos grandes naves paralelas -una para calderas (el actual auditorio sinfónico) y la otra para turbinas (hoy, Nave Mayor)- y otros dos cuerpo paralelos para servicios auxiliares y oficinas. En su exterior, el edificio aparentaba tres niveles: planta baja, planta principal y altillo. El prisma se quebraba en las esquinas del edificio, en una de las cuales se elevaba una torre almenada, y en la otra se hallaba la ochava del acceso.
Ya en 1916 y en 1919 se habían efectuado algunas ampliaciones al edificio original, pero fue en dos etapas posteriores de crecimiento que la Usina alcanzó su forma final: la construcción de un segundo edificio, más angosto y pequeño que el primero, con una torre con techo de tejas a cuatro aguas, separado del original por medio de una calle interior, y la prolongación de la nave de generación hasta la calle Caffarena. Así, en la esquina con Pedro de Mendoza, quedó conformada como un gran atrio de acceso, un “patio de honor”, con una magnífica torre-reloj y una escalera artística desde el suelo hasta el primer nivel, que datan de 1926. La calidad de la obra se acrecienta con los detalles: las fachadas internas, revestidas en piedra París, con basamento granito; las molduras y capiteles, hoy restauradas, de gran valor patrimonial, y los balcones del anexo Pedro de Mendoza, con sus barandas originales.
Pese a las dificultades causadas por la I Guerra Mundial, la empresa pudo llevar a cabo su proyecto cumpliendo un plan preciso y eficaz. Al inaugurarse la usina de Dársena Sur, la empresa ya poseía una red central, con 5 usinas de generación de corriente continua de 225 voltios que, al mismo tiempo, actuaban como sub-usinas de transformación y de reserva. El sistema de generación de cada usina estaba constituido  por una batería de motores de combustión interna (sistema Diesel) que accionaban las dínamos. Esa corriente era distribuida por medio de cables, abastecía a la red domiciliaria, suministraba alumbrado público y también proveía de flujo eléctrico al Puerto Madero. La nueva usina venía a ser no solo un crecimiento lógico del proyecto industrial, sino también la “nave insignia” de la compañía, su primera “catedral eléctrica”.  Y la obra maestra de Giovanni Chiogna.

Ph: Pablo Corrales










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