La Catedral Metropolitana o
Catedral de la ciudad de Buenos
Aires, se inició en el mismo momento en que Juan de Garay “fundó” la ciudad pero, como tantas
cosas en la Argentina, nunca se terminó, al menos como fue planeada. Se levantó seis veces.
Se construyó la iglesia
de adobe y madera y con esa precariedad, en 1605 tuvieron que mudarla a la
Iglesia de San Francisco. Hernandarias la mandó demoler, siempre en el mismo
lugar donde se encuentra actualmente, es decir, en el lado noroeste de la Plaza
de Mayo.
En 1618 se cae sola, se
derrumba y se envían a buscar maderas nuevas al Paraguay.
Sin considerar las
primeras edificaciones precarias, remontándonos a Mendoza y Garay, seis veces
la Catedral, considerada
hoy de estilo neoclásico, se derrumbó o debieron tirarla abajo. Finalmente fue
declarada Monumento Histórico Nacional, en mayo de 1942.
Situada en la esquina de
Rivadavia y San Martín, la Catedral pertenece
ahora al barrio de San Nicolás y se considera un de las más importantes obras
arquitectónicas de la época de la Colonia.
En 1680, por su estado nuevamente
calamitoso, es necesario derrumbar el templo.
La situación no cambia
demasiado en 1693 cuando se reinician las obras.
"Sin adorno
ni retablo pues tiene el altar mayor un
sagrario sin colgaduras y pocos ornamentos" le escribe al Rey, en1678, el nuevo prelado, Antonio de Azcona Imberto, pidiéndole
12.000 pesos para arreglos.
Llegan los fondos y continúan
las obras, pero con la misma suerte: el techo se desplomó, cayó y destruyó el
retablo del altar mayor y fue necesario demoler la torre.
Recién en 1690 la iglesia contaba con
sus tres naves pero faltaban detalles y terminar el interior como elevar
la torre. Faltaba, también, dinero, se pidieron donaciones y limosnas en
abundancia aunque 10 años después aún no se había terminado, lo que fue la
tercera Catedral.
Llegamos
a 1722, con otro peligro de
derrumbe. El obispo, moribundo, le pide urgente ayuda al Cabildo que demora dos
años para darle nuevo impulso. La obra la apura el arcediano Marcos Rodríguez de Figueroa: consigue
un préstamo, pide limosnas y hasta pone sus ahorros. Así termina las torres,
arregla el pórtico y las naves y consigue 5000 pesos, ya en 1725, cuya
donación se atribuye a Tomás Trupp, para las campanas. Se trata de la
cuarta Catedral.
La quinta Catedral se eleva con impulso del
Cabildo y el nuevo vicario Bernardino Verdún de Villaysán. Se alarga el
presbiterio, ensanchan la mesa del altar mayor y demás complementos e
instalaciones. Agustín de García, donó 500 pesos para el dorado y pintura al óleo
del coro principal.
Cuando se derrumba, en
1752, solo quedan las torres y el frente que había diseñado el arquitecto
Andrés Blanqui en 1727.
El nuevo diseño se le
encarga al arquitecto Antonio
Masella. En 1751 interviene Masella,
profesional que había llegado al país, desde Turin, en 1744, autor de los
planos de la Catedral Metropolitana.
Catelin diseñó el pórtico
neoclásico “dodecástigo de orden jónico” que se ve actualmente.
Llegamos a 1822, cuando interviene otro
arquitecto, Próspero Catelin.
Aun así, podemos sentarnos en la Plaza de Mayo, bien cerca del Cabildo y
observar que nunca se concluyó el edificio tal como se pensó y quedó, como se
aprecia, sin simetría. Así, La Catedral tuvo fachada sin interior durante 26 años y luego pasó 44 años sin
fachada.
La planta que proyectó Masella tiene 3 naves, capillas laterales y se destaca la cúpula que planificó el arquitecto Álvarez de Rocha en 1770.
La planta que proyectó Masella tiene 3 naves, capillas laterales y se destaca la cúpula que planificó el arquitecto Álvarez de Rocha en 1770.
Otro detalle de importancia
es la ornamentación del frente que realizó José Dubordieu entre 1860 y 1863,
que representa el rencuentro de Jacob con su hijo José. Exactamente el lugar
donde se aprecia es el “frontispicio”.
El altar Mayor es una de las obras de arte que realizó Isidro de Lorea (una plaza porteña lleva su nombre), como las imágenes de la Virgen de los Dolores, el Santo Cristo de Buenos Aires y los asientos cercanos al altar.
Allí está el Mausoleo con los restos del general José de San Martín, de autoría del escultor Albert Carrier-Belleuse.
El altar Mayor es una de las obras de arte que realizó Isidro de Lorea (una plaza porteña lleva su nombre), como las imágenes de la Virgen de los Dolores, el Santo Cristo de Buenos Aires y los asientos cercanos al altar.
Allí está el Mausoleo con los restos del general José de San Martín, de autoría del escultor Albert Carrier-Belleuse.
La sexta. También fue en mayo,
el 23 de 1752, cuando
vuelve a derrumbarse una parte del edificio. El gobernador José de Andonaegui
pasa el parte diciendo que se habían caído "las tres bóvedas de iguales
naves". El obispo, don Cayetano
Marcellano y Agramont es el encargado de trasmitirle al rey que fue
necesario "derribarla enteramente por la poca firmeza de las
paredes que han quedado y empezar su fábrica desde los cimientos con más
solidez y extensión que los de la antigua, que por su cortedad no parecía Catedral".
Transcurren tres años y
sin autorización el obispo con apoyo del Cabildo Eclesiástico empieza los
trabajos con los planos de Masella. La nueva Catedral sería de cruz latina, con tres naves y seis capillas
laterales a ambas.
En 1758 se inaugura la nave de San
Pedro, a la derecha de la puerta de entrada y el nuevo bautisterio.
Otra vez, en 1770, aparecen grietas en la
cúpula y fue necesaria su demolición. Sin fondos, se suspenden las obras a los
7 años y en 1778 se demuele el pórtico porque estaba fuera de
proporciones y lo mismo ocurre con las torres por no respetar el estilo, aunque
finalmente la Catedral muestra
distintas épocas y concepciones del arte arquitectónico.
La historia sigue hasta
que en 1804 aún le faltaba el frontis y las torres.
Después de 1810 cambia
la historia, la del país y de la Catedral también.
Sin embargo recién con el impulso del ministro Bernardino Rivadavia, se
pone empeño en concluir la obra y en 1822 comienzan por el frontis.
Las doce columnas, que
representan los doce apóstoles, se concluyeron en 1823, aunque sin capiteles, pero
recién se revocan en 1862 cuando Dubordieu realizó las esculturas. Las columnas
son de orden corintio.
En 1856 una ley impone
la construcción de la Curia Eclesiástica, proyectada por Pedro Fossati en estilo
italianizante y se edificó en el terreno lindante hacia el este, dejando el
espacio del camposanto de por medio. Tenía planta baja y dos pisos y su
interior estaba organizado alrededor de un patio central. Lo habilitan en 1862.
La Curia fue incendiada el 16 de junio de 1955.
La última gran refacción
fue en 1994, dirigida por el arquitecto Norberto Silva e inaugurada el,
13 de octubre de 1999. El arzobispo Jorge Bergoglio ofreció una misa
especial.
En la biblioteca digital
de la UCA hay un trabajo escrito por Jorge Manuel Santas, que por la
rigurosidad con la cual indica las fuentes merece destacar su relato
sobre EL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE BUENOS AIRES
Esculturas
Sobre la Catedral, además, señala la Comisión Nacional de Museos y Monumentos en un trabajo de Oscar Andrés De Masi, que "en el lenguaje coloquial de la Gran Aldea, como señala J. A. Wilde, era sinónimo de tarea inconclusa. Luego que lo tuvo, aquel carecía de decoración.
Se encargó el relieve ornamental para el tímpano
del frontón, al escultor francés Joseph Dubourdieu, quien ya en 1856,
acompañando las reformas de Prilidiano Pueyrredon, había realizado la estatua
que corona la Pirámide de Mayo (mal llamada la “Libertad” o “República”, cuando
se trata de “Bellona”, una diosa romana de la guerra). Dubourdieu
había ejecutado, también, cuatro figuras alegóricas (comercio, agricultura, ciencias y artes), en cemento, que fueron colocadas en los ángulos
de la Pirámide. Fueron retiradas y reemplazadas, en 1875, por cuatro
piezas de mármol provenientes del Banco de la Provincia y que hoy lucen en la
plazuela frente a la Iglesia de San Francisco, en la calle Alsina.
Para la Catedral, el escultor eligió el relato
bíblico del encuentro del patriarca Jacob con su hijo José, traicionado por sus
hermanos y hecho esclavo, y luego devenido en visir de Egipto. La connotación
era obvia: Buenos Aires, la hermana próspera y segregada, se reconciliaba con
la Confederación Argentina en fraterno pacto de unión (San José de Flores,
1859).
La obra de Dubourdieu fue aprobada en 1860 y
concluyó en 1863. Fue muy apreciada por la crítica contemporánea, tanto por su
mérito artístico como por el impacto de su simbolismo, tan expresivo del cese
de las luchas civiles entre Buenos Aires y la Confederación.
Ciertamente, en una ciudad prácticamente vacía de
monumentos conmemorativos y artísticos, debió llamar la atención. M. G. y E. T.
Mulhall, en su “Manual de las Repúblicas del Plata”
(edición castellana de 1876) la mencionan, aunque omiten el nombre del autor y,
correctamente, la tipifican como “alto-relieve”.
Esta observación de los directores del Standard es interesante por cuanto pudieron disponer
de información contemporánea a la aplicación de las esculturas, que, en su
conjunto, suelen llamarse erróneamente “bajorrelieve”.
in
embargo, el contrato que firmó Dubourdieu con el Gobierno del Estado de Buenos
Aires (informe del Ministro de Gobierno, D. F. Sarmiento, al Gobernador Mitre,
del 20 de diciembre de 1860), se hablaba de “bajosrelieves” (sic), cuyo
modelo definitivo debía seleccionar el gobierno.
Se
aclaraba, también, que los materiales para la hechura de las figuras serían “ladrillos fuerte y sólidamente ligados al muro con hierros y éstos
en cantidad suficiente para que el todo no forme sino un cuerpo y no sufra
movimiento alguno”.
El
costo total de los trabajos ornamentales (que incluían los doce capiteles
corintios, cornisas y friso) ascendió a $ 300 mil moneda corriente, librándose
un anticipo de $ 25 mil a favor del escultor contratista.
Dubourdieu
habría concluído los trabajos ya avanzado el año 1863. La autoría del
artista francés ha quedado documentalmente demostrada
con el hallazgo del expediente contractual en el Archivo General de la Nación,
por mérito de mi recordado amigo Alberto de Paula. El documento vino a
confirmar la versión ya establecida y que tuvo sus contradictores, afirmando,
por ejemplo, que las figuras las había realizado ¡un preso de la Policía!
Cabe
agregar que, por aquéllos años, el Gobernador Mitre ponía las bases de otro
monumento vinculado a la concordia nacional: el templo de la Virgen de la Paz
en las Lomas de Zamora.
Alberto
S. J. de Paula comentó la utilización de esta escena bíblica en la Catedral del
siguiente modo:
El relato bíblico está contenido en el
capítulo 45 del Génesis, la comparación entre hermandad de las doce tribus de
Israel y la unión de las catorce provincias argentinas, surge de una relación
entre la historia sagrada y la profana que es coherente con el doble rol del
monumento, pues si por su antigüedad y jerarquía, la Catedral de Buenos Aires
es el templo con mayor significación en el orden eclesiástico, también su
emplazamiento, su historia y su mérito arquitectónico le confieren un alto
valor emblemático en el patrimonio civil. "
En
1997, se encontró en La Catedral, una capilla desconocida, hallazgo que el
diario La Nación contó de esta manera
Inesperado hallazgo en la Catedral
En la antigua
iglesia metropolitana, en plena restauración, se encontró una capilla
desconocida
Jueves 30 de enero de
1997 | Publicado en edición impresa
se trabajó en la
recuperación del retablo mayor, lo cual condujo al sorpresivo descubrimiento de
una capilla del templo original. Con una inversión total de 3.700.000 pesos, y
más de dos años de trabajo, la restauración es la mayor obra que se haya realizado
en la Catedral desde 1899, cuando el pintor Francisco Parisi le imprimió al
templo un marcado estilo renacentista italiano.
El estudio Casano
Zubillaga PoliArquitectos, está a cargo de la dirección
Detrás del
retablo
El arquitecto Juan
Carlos Poli contó a La Nación el momento del hallazgo: "Cuando corrimos
los tres retablos principales, el mayor, el de Nuestra Señora de los Dolores y
el de San Pedro, porque había que realizar trabajos de restauración en el muro,
descubrimos, con sorpresa, que el retablo del altar mayor había sido proyectado
en 1774 para ser rodeable y no pegado contra el muro testero. "Al retirar
el retablo mayor, descubrimos que el muro tenía una pared que lo tapiaba,
detrás de ella encontramos una gran capilla, que va a quedar como fue
proyectada originalmente".
La capilla que
apareció, casi mágicamente, detrás del retablo, no es otra cosa que la original
catedral colonial, que contrasta con el estilo renacentista que impera en el
resto del templo.
La estructura del arco
y las dos pilastras triangulares que lo sostienen, hasta ahora ocultos por el
muro testero, "es exactamente igual a la que presenta la capilla de Belén,
en el barrio de San Telmo, construida en 1754 por el arquitecto saboyano Antonio
Masella, que también llevó adelante el proyecto de la catedral metropolitana.
Junto con el
corrimiento del retablo mayor, no sólo apareció el diseño original de la
catedral de Buenos Aires; también volvió a ver la luz, luego de 138 años, la
contrafachada del mencionado retablo. "
Cuando apenas comenzaba
a alzarse la iglesia, se enviaron los planos para ser aprobados a España. En
tanto se esperaba una respuesta, los constructores decidieron que la marcha de
la obra tomara otros rumbos, pero nadie se preocupó en modificar los planos. La
iglesia fue diferente a lo previsto; los documentos, en cambio, permanecieron
inalterables, fieles a sí
Ph: Pablo Corrales