Hace 30 años 14
mujeres cuyo oficio central había sido el de madres y amas de casa, se
encontraron en la Plaza de Mayo. Era sábado, no había casi nadie, pero allí
nacía uno de los movimientos sociales más importantes de la historia. Frente al
horror en estado puro, la desaparición de sus hijos, lograron lo que parecía
inconcebible: transformaron el dolor en acción
Muchas madres y padres salieron a buscar a sus
hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a
enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban
impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje.
Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y
cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada
día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.
Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.
La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.
Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.
La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.
Estaban solas,
moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco,
empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que
había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un
código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre. Ese fue un
primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse,
acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas.
Pero fue mucho más que eso.
Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en
una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y
las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición
femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a
sus hijos. Una de esas mujeres dijo: Basta. Y dijo: tenemos que ir a la Plaza
de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre
de flor. Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su
lugar sería la Plaza de Mayo. La plaza sería el territorio de estas madres.
No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar
espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.
No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.
No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta. No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando. No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino. No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando .La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.
No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.
No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta. No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando. No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino. No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando .La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.
La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de
Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser
potencialmente subversiva.
Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.
Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.
Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.
Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.
Algunos periodistas
extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los
militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas
que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la
sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros
y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y
circulando al revés que las agujas del reloj.
Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando
apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a
dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio
desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera
política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron
retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas,
pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.
Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.
El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.
Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.
El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.
Las Madres dijeron
que la guerra era otra mentira. La derrota de
los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la
multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los
cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en
el arte de callar.
En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos desaparecidos habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.
En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos desaparecidos habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.
En 1985 Alfonsín las citó, pero
luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación
oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como
forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los
discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y
mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de
museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando
las riendas de sus propias decisiones.
la lucha contra las leyes de Punto Final y
Obediencia Debida,
La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas
La marcha de las manos,
La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales. El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos. Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.
La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas
La marcha de las manos,
La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales. El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos. Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.
Las Madres, además
de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa:
comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían
luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.
Todas estas luchas
se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para
perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló
el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y
corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los
militares que habían sido condenados.
Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.
Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.
La historia reciente es más
conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de
conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche
cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias,
contra la miseria, contra la muerte.
Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.
Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.
Ph: Pablo Corrales
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