jueves, 30 de junio de 2016

Plaza de Mayo, testigo del nacimiento de la Argentina


La Plaza de Mayo, Plaza Mayor de Buenos Aires, es tan antigua como la ciudad misma. Cuando Juan de Garay fundó la Ciudad de Trinidad Puerto de Buenos Aires, dejó trazado el lugar de la Plaza Mayor. Desde los comienzos de la ciudad, la Plaza de Mayo fue escenario de todos los acontecimientos conmovedores de su historia. Esta plaza vio cómo todas las convulsiones políticas y las fiestas populares más importantes se desarrollaban sobre su perímetro, a lo largo de 420 años. La Plaza de Mayo, como Plaza Mayor, era un sitio multiuso: en ella se llevaban a cabo ceremonias religiosas y oficiales, estaba el mercado, era estacionamiento de carretas, plaza para las corridas de toros, y lugar de las ejecuciones públicas o cepos de castigo. Pero a pesar de ser tan importante, no era más que un descampado barroso y polvoriento, dependiente del clima, que recién fue mejorado en 1803 con la construcción de la Recova, de la cual hablaré más tarde.

A lo largo de tantos años es de imaginar que la plaza tuvo innumerables cambios, incluso de nombre. En un comienzo era llamada Plaza Mayor y ocupaba menos espacio que ahora, ya que en la mitad norte, desde 1608 a 1665, frente a la actual Casa Rosada, estaban los jesuitas. Cuando los jesuitas se trasladaron a otro lugar, la zona se transformó en un baldío -con restos de los edificios- al que llamaban Plaza de Armas (también Plaza del Mercado) y donde hacían sus alardes las milicias. También ahí se instaló la horca, justo donde hoy está la estatua de Belgrano, durante más de un siglo fue escenario de las ejecuciones, espectáculo macabro al que asistía mucho público. El resto del terreno de la actual Plaza de Mayo, o sea frente al Cabildo, era paradero de carretas y mercado y era llamado Plaza Mayor. Hay que imaginarse este mercado como muy precario. En un comienzo era "de piso", o sea, vendían sobre mantas o ponchos y luego se vendía con "bandolas", que eran unos cajones a modo de puestos de feria.

Casi tan antiguas como la plaza son las palomas. Ya en 1755 se tiene que poner una cubierta al balcón del Cabildo a causa de ellas, y los regalitos que dejan detrás de sí.
Recién en 1803 se concretan los proyectos para embellecer la plaza. Se construye la Recova, un magnífico edificio que consistía en dos tiras de 20 locales de largo cada una (10 de cada lado) separadas por un espacio que al año siguiente fue cerrado por un arco central. Los locales tenían su frente hacia ambos lados de la Recova, apuntando, 20 al Cabildo y 20, al Fuerte. Tenía 11 arcos en cada ala, techo con azotea. A su gran arco central se trasladó la horca, colgándose a los ajusticiados por espacio de varias horas.

La Recova fue la primera galería comercial de Buenos Aires, y estaba ocupada por diversos comerciantes que pagaban entre 14 y 20 pesos mensuales de alquiler. Había vendedores apiñados en la doble fila de cuartitos, ofreciendo de todo para la gente de clase baja, desde ropa hecha hasta monturas. En 1805 el Virrey Sobremonte hizo empedrar el camino que iba del Fuerte (actual Casa Rosada) al arco central de la Recova y dispuso que las carretas se dirigieran a otras plazas, la de Montserrat y la de San Nicolás. Durante las Invasiones Inglesas, la Recova cobró gran importancia, ya que los ingleses se defendieron desde sus techos y arcos contra las tropas reconquistadoras, y ahí mismo, en la Plaza de Mayo, se libró la batalla final por la Reconquista.

Gracias a la Recova la plaza quedaba dividida en dos, de un lado la Plaza de Armas o del Fuerte y del otro la Plaza Mayor, que desde 1808 se llamaría Plaza de la Victoria en conmemoración de la victoria sobre los ingleses en 1806. Luego de 1810, la parte que daba al Fuerte pasó a llamarse 25 de Mayo. En esta parte, hacia 1815, justo donde hoy está la estatua de Belgrano, funcionaba un improvisado mercado de alimentos.

En 1811 aparece otro gran protagonista de la plaza: la Pirámide de Mayo. Su erección fue todo un acontecimiento, ya que se trataba del primer monumento de la ciudad. Se coloca en el centro de la Plaza de la Victoria (manzana frente al Cabildo). En 1856 una comisión encarga a Prilidiano Pueyrredón, la tarea de remozar al monumento. Pueyrredón la eleva a 18 metros y medio y le coloca la estatua de la libertad. A ambos lados de la Pirámide había dos fuentes de hierro, que más tarde se movieron y actualmente están frente al Teatro Colón.

Recién en 1872 ambas plazas tuvieron un aspecto digno de un paseo. Fue gracias a una comisión de vecinos, que también se encargaban del mantenimiento. El 24 de septiembre de 1873, se inaugura el monumento al General Dr. Manuel Belgrano, hasta 1886 estuvo ubicada en el centro de la Plaza 25 de Mayo (frente al Fuerte) mirando hacia el oeste pero luego de esta fecha se la traslada frente a la Casa de Gobierno y dirigida hacia el norte.

Ya en 1883 el Intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear, compra la Recova y la destruye en cinco días, también a los árboles que rodeaban la plaza. Las palmeras que están hoy en la plaza ya estaban desde antes y se ordenó que se las quitase, pero como todos sabrán las palmeras siguen ahí. Así, con la demolición de la Recova las dos plazas quedan unidas en la que se llama Plaza de Mayo. En realidad la plaza continuó dividida por la calle defensa, pero en 1890 ésta se cerró. Al francés Charles Thays, arquitecto y paisajista, se le deben todas las mejoras en las plazas de Buenos Aires. Les dio jardines con bellas plantas y árboles. Thays actuó en nuestra ciudad desde 1891 hasta su muerte en 1934. A la Plaza de Mayo le efectuó un cambio total, se desmontó el terreno, se lo alisó e igualó en altura al de las calles circundantes. Transplantó algunas de las palmeras, llevándolas al Parque 3 de Febrero y trajo de este último algunos plátanos. Le diseñó caminitos en cruz y canteros. En 1895 se inauguró el alumbrado eléctrico y en 1904 se le agregaron dos estanques circulares luminosos. En 1913 se excavan sus entrañas para que por debajo de ella pase el subterráneo.

La imagen de la plaza siguió cambiando y mejorando hasta nuestros días, pero ahora sólo tenía un objetivo, ser un paseo lindo, no más mercados, ni carretas, ni ejecuciones. Sí pasó a ser el escenario predilecto de todas las manifestaciones públicas. Muchos acontecimientos y manifestaciones se dieron en su suelo, siendo de los más sonados, la concentración del 17 de octubre de 1945, o el bombardeo de la aviación naval en junio de 1955. Finalmente asumiría un nuevo símbolo a partir de abril de 1977, cuando las "Madres de Plaza de Mayo" comenzaron a ocuparla para exigir respuestas sobre sus hijos desaparecidos. Y, finalmente, con el regreso de la democracia la plaza albergó a miles de personas en 1983, que querían festejar el regreso a la libertad.










lunes, 20 de junio de 2016

Paseo Ameghino y Ribera del río. Lugares imperdibles de conocer en la ciudad de Luján.

El Paseo Ameghino

Diseñado por el ingeniero paisajista, de origen francés, Carlos Thays, el Parque Ameghino es uno de los lugares más bellos de nuestra ciudad. Es cita obligada de visitantes del Santuario, que encuentran en su singular belleza la concreta posibilidad de pasar muy gratos momentos. Su creación data de 1909, bajo el gobierno del entonces intendente Juan B. Barnech, su más ferviente impulsor. Fue inaugurado con el nombre de "Parque Santa María", hasta que en 1924 pasó a llamarse "Parque Ameghino". La creación de dicho espacio se debió a la inspiración de un prohombre lujanense, como lo fue don Juan B. Barnech, quién por esos años advertía que la zona turística carecía de un lugar de esparcimiento y recreación de los peregrinos. Aunque también, pero en menor medida, el paseo fue muy apreciado por los propios lujanenses. 

El parque Ameghino comprende tres manzanas, desde la calle San Martín hasta la calle Almirante Brown, y está enclavado entre el terraplén que lo separa del Río Luján, lindando por el otro lado con los fondos del Area I del Complejo Museográfico " Enrique Udaondo" y con distintos de la zona. Se puede acceder por las calles San Martín y Lavalle, siendo su única salida por la calle 25 de Mayo, ubicada esta arteria entre las Arreas II y III del Complejo Museográfico. Además de una añosa arboleda, casi centenaria en algunos casos, en el interior del parque hay un pequeño lago que conoció mejores momentos, ya que desde su creación brindó la grata posibilidad de hermosos paseos en los botes que en él se alquilaban.

La ribera del Río Luján 

Nacido de la conjunción de algunos arroyos en la zona de Suipacha, el Río Luján, en su recorrido, atraviesa una serie de partidos, como Mercedes, Luján, Pilar y Escobar. Su extensión total es de 67 Km y desemboca a la altura del Yacht Club de San Isidro, en el Río de la Plata. Debe su nombre al de un Capitán del Ejército Español, que en 1536 participó del combate de Corpus Cristi, llevado a cabo entre los conquistadores españoles y los indios querandíes. Tras la lucha, el Capitán Pedro de Luján llegó mal herido y murió a orillas del río. Lógicamente, todo ha ido cambiando desde ese entonces hasta nuestros días; de los más trascendentes para nuestra ribera. En 1932, un grupo de vecinos de aquellos años penso en dotar a la zona, cercana a la Basílica, de lugares más bellos y confortables, para mejorar la ya pujante industria turística.

Según marca la historia, un 23 de agosto de 1932, en la confitería "El Águila", se reunió un grupo de notables, entre los que se encontraban los infaltables nombres de personas que estuvieron en cuanta iniciativa aportó mejoras para Luján, como los de Enrique Udaondo, Juan Barnech, Jorge Furt, Octavio Chávez y René Rossi Montero. De aquella reunión salió una comisión encargada de llevar adelante las obras, que se llamó Comisión Ejecutiva Pro Balneario, siendo su presidente Luciano Sebastián Reyes y su vicepresidente Pascual Torregiane. Otros integrantes eran Simón Repetto, Hugo N. Isachi, Luis Lucca, Andrés Mazuchelli, Horacio Maleplate y el Ing. Vicente G. Fox. Se nombró, además, una comisión Honoraria, integrada por el entonces intendente José Naveira y los notables Barnech y Udaondo.

Puesto a trabajar, la tarea de conseguir los fondos para los trabajos no fueron nada fácil, ya que estaba el país marcado a fuego por la gran crisis de esos años, y todo se hacía muy difícil.
La concesión del lugar fue cedida a la Comisión, pero ésta no pudo llevar adelante la propuesta y la cedió a una empresa privada, que tomó la obra a cambio de la explotación de la misma. Una vez terminado el período de explotación, la zona volvió al poder del Municipio, para que la usufructuara. Fue así que la empresa alemana Siemens-Baunion realizó trabajos que todavía hoy se aprecian en la belleza del edificio de "La Cúpula" y su zona aledaña.

Ph: Pablo Corrales











lunes, 13 de junio de 2016

Iglesia San Miguel de Arcángel, nuestra historia en medio del microcentro

Su antigua y elegante estructura que data de 1830 fue mudo testigo de los bautismos y bodas de nuestros ancestros.
San Miguel Arcángel fue declarado Monumento Histórico por el Presidente de la Nación por Decreto Nº 2088 del 21 de agosto de 1983.

Cabe aquí citar lo que dijera un afamado matutino porteño respecto del abandono de los edificios históricos, ¨ la indiferencia, el desprecio y el abandono de las realizaciones de las generaciones anteriores suelen ser indicios de ceguera cultural e inconsciencia política de sombrías e irreparables consecuencias¨

El 13 de marzo de 1727, el gaditano Don Juan Guillermo González y Aragón, fundó en Buenos Aires la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, con la función de asistir a los menesterosos en la enfermedad y la muerte. En un primer momento la Hermandad trabajó en la Iglesia de San Juan Bautista (actuales calles Adolfo Alsina y Piedras), pasando luego al actual cruce de la avenida Independencia y la calle Tacuarí. Finalmente, adquirió un terreno al norte de la pequeña ciudad y allí González y Aragón investido sacerdote, organizó la construcción del primer templo hacia 1733. El terreno anterior fue vendido y allí está actualmente la Iglesia de Nuestra Señora la Inmaculada Concepción.
La segunda capilla, ahora de mampostería, se comenzó en 1744 en el predio de la actual plaza Arlt. En el nuevo templo se instaló en el altar mayor una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, originaria de Cádiz.
En 1782 se comenzó la construcción del templo actual, bajo el título de Nuestra Señora de los Remedios, con la clásica planta colonial, inaugurado el 21 de noviembre de 1788.
En el nuevo templo se instaló en el altar mayor una imagen de Nuestra Señora de los Remedios, originaria de Cádiz. En los terrenos se instalaron también el cementerio de Pobres y Ajusticiados, el Hospital de San Miguel y el Colegio de Huérfanos.
A la muerte de González y Aragón, en 1768, su hijo comenzó la construcción de un nuevo edificio que se inauguró el 21 de noviembre de 1788. La Hermandad se trasladó a la Iglesia de Nuestra Señora de Monserrat en 1791, conservando la Casa de Expósitos, el hospital y el orfanato para niñas. En 1822 el gobernador Bernardino Rivadavia clausuró la Hermandad, creando la Sociedad de Beneficencia y la Casa de Expósitos (luego Casa Cuna, actual Hospital Pedro de Elizalde).
En 1791, la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo se mudó a la Iglesia Montserrat conservando la administración del hospital, el orfanato para niñas y la Casa de Expósitos.
En 1822, Bernardino Rivadavia cerró la Hermandad, creando la Sociedad de Beneficencia. La Casa de Expósitos ó Casa Cuna fue posteriormente llamada Hospital de Niños Pedro de Elizalde. La única torre de la Iglesia de San Miguel se terminó recién hacia 1853. 
Entre 1912 y 1918, por iniciativa del Monseñor de Andrea la fachada del templo fue remodelada con mosaico veneciano y dotada de un estilo neorrenacentista, por el arquitecto y pintor italiano Augusto Ferrari.
En 1983, la iglesia fue nombrada Monumento Histórico Nacional mediante el decreto 2088. En 2003 el vicario general porteño demolió la histórica casa parroquial de la iglesia de San Miguel. Era una obra de 1860 de alto valor histórico y urbano

Ph: Pablo Corrales









jueves, 9 de junio de 2016

Museo del Transporte de Luján, la historia palpable de los autos en nuestro país


El museo del Transporte ubicado en la localidad de Lujan, provincia de Buenos Aires es parte del Complejo Museográfico de dicha ciudad que abarca, además, el Cabildo, la vieja Capilla y otras maravillas históricas que iremos conociendo.
Entre los principales atractivos del museo se encuentran:
El Plus Ultra (primer hidroavión que realizó el cruce del Océano Atlántico uniendo América con Europa en 1926).
La Porteña (primera locomotora que circuló en el país). 
 Los caballos Gato y Mancha que unieron Buenos Aires con New York, conducidos por el Sr. Tchifely. 
Carreta usada por el General Don José de San Martín en el Plumerillo. 
Carroza imperial de Domingo Faustino Sarmiento (llamada "de los presidentes").
Sopanda del General Manuel Belgrano. 
Berlina utilizada por el hermano de Juan Manuel de Rosas, Prudencio Rosas en 1839 durante la revolución de los Hacendados del Sur.
Tílburi del Dr. Vélez Sarsfield. 
Breack de caza del General Roca. 
El "Legh I" yate de Vito Dumas (pequeño bote en el que el legendario navegante solitario cruzó el Océano Atlántico en la década del´30).
 Piragua indígena hecha de un solo tronco (probablemente perteneciente a los indios guaraníes). 
Tranvía a caballo. 
El velocípedo de Amancio Alcorta. 
Colección de autos antiguos (actualmente no se encuentran en este sector)
Carruajes antiguos.
Carrozas fúnebres.

Ph: Pablo Corrales














lunes, 6 de junio de 2016

El Mausoleo del General San Martín, lugar de descanso eterno del padre del patria

Los restos del general José de San Martín descansan, desde 1880, en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, ubicada en la Catedral Metropolitana, custodiado permanentemente por dos granaderos. Sin embargo, su emplazamiento en ese lugar no fue tarea fácil.

El Libertador murió de una gastralgia el 17 de agosto de 1850, en Boulogne Sur Mer, Francia, país al que había llegado luego de un exilio voluntario comenzado en 1824. En ese momento final, estuvo acompañado por su hija Mercedes y su yerno, Mariano Balcarce, quien fue portador de su deseo póstumo: que sus restos descansaran en su Patria.

En 1877, el por entonces presidente Nicolás Avellaneda creó la Comisión Central de Repatriación de los Restos del general San Martín. El cuerpo recién llegó a la Argentina el 28 de mayo de 1880. Y allí comenzó la odisea: ¿dónde colocarlos? Según Ricardo Brizuela, la idea primordial fue depositar los restos en la Catedral porteña. Sin embargo, la Iglesia se opuso, avalada en los cánones apostólicos romanos: San Martín era masón, y como tal no podía ser alojado en un lugar consagrado. 


Esta discusión venía de larga data, ya que surge con los primitivos enfrentamientos entre la masonería y los católicos, cuyo principal hito fue la expulsión de los jesuitas del Río de la Plata. No obstante, llegaron a un acuerdo, y el mausoleo se construyó al lado de la Catedral, en un terreno que, antiguamente, emplazaba el cementerio que cada templo contenía. Los rumores afirman que este cambio de opinión eclesiástico tuvo que ver con una serie de créditos que llegaron a sus manos, con la excusa de las refacciones y reparaciones que serían necesarias para alojar los restos del héroe.

El féretro fue construido por el escultor francés Carrier Belleuse, siguiendo la influencia romántica, neoclásica, de estilo francés. Este artista también había construido la figura del General Belgrano que estaba ubicada en la Plaza de Mayo, y su proyecto fue el ganador entre los seis que se presentaron. 

La Capilla Nuestra Señora de la Paz, donde se encuentra el cuerpo, está ubicada en la nave derecha del templo, y posee un piso de mosaicos con pequeñísimas estelas que dibujan espinas, clavos y otros motivos de la Pasión, y que se extienden por toda la Catedral. En tanto, el monumento que contiene al Libertador está hecho, casi en su totalidad, en mármol rosado, mientras que la base es de mármol rojo de Francia y la lápida de mármol rojo imperial. El sarcófago es de color negro belga.

Los restos de San Martín se encuentran rodeados de tres esculturas femeninas, que representan a cada uno de los países que éste liberó: Argentina, Chile y Perú. Junto a él se hallan las urnas con los restos de los generales Juan Gregorio Las Heras y Tomás Guido y los del Soldado Desconocido de la Independencia. 

Finalmente, tal como lo pidió la Iglesia, la cabeza del cajón se construyó inclinada, como símbolo de la predestinación al infierno con la que cargan los masones.

En la fachada de la Catedral metropolitana figura la siguiente frase: Aquí descansan los restos del Capitán General D. José de San Martín y del Soldado Desconocido de la Independencia. Salúdalos!. La manera perfecta de recordar a todos los que lucharon por nuestra Libertad. 

Ph: Pablo Corrales












jueves, 2 de junio de 2016

Marcha de las Madres de Plaza de Mayo, ejemplo de lucha y resistencia a nivel mundial




Hace 30 años 14 mujeres cuyo oficio central había sido el de madres y amas de casa, se encontraron en la Plaza de Mayo. Era sábado, no había casi nadie, pero allí nacía uno de los movimientos sociales más importantes de la historia. Frente al horror en estado puro, la desaparición de sus hijos, lograron lo que parecía inconcebible: transformaron el dolor en acción
Muchas madres y padres salieron a buscar a sus hijos. Salieron de sus casas, salieron del útero de su rutina habitual a enfrentar al aparato represivo más imponente de la historia del país. Llevaban impresas en la piel la desesperación y el amor, y de allí les nació el coraje. Recorrieron hospitales, caminaron juzgados, se atrevieron a ir a comisarías y cuarteles. Buscaron a las morgues. Nadie sabía nada. La ley del silencio. Cada día era la esperanza de una noticia. Cada noche era la frustración del silencio.
Los padres varones, de a poco, volvieron a sus trabajos.
La mayoría de las madres eran amas de casa: tenían intacto el tiempo y la sensación de que no había otra cosa que hacer que dedicar cada hora, cada minuto y cada segundo de vida a la búsqueda.
Estaban solas, moviéndose, preguntando inútilmente, aturdidas por tanto silencio. De a poco, empezaron a cruzarse por los mismos laberintos, a reconocerse y a descubrir que había otras que compartían esa especie de señal que cada una llevaba como un código secreto en la mirada: la desesperación y la incertidumbre. Ese fue un primer triunfo contra el aislamiento. Comenzaron a encontrarse, reunirse, acompañarse. Estar juntas fue el modo de escaparle al terror de estar solas. Pero fue mucho más que eso.
Un día, esas mujeres se descubrieron a sí mismas en una iglesia militar, donde un cura psicópata les recomendaba santa paciencia y las confundía con rumores, insinuaciones y desinformaciones. Intuición femenina: les estaban mintiendo sistemáticamente, nadie hacía nada por salvar a sus hijos. Una de esas mujeres dijo: Basta. Y dijo: tenemos que ir a la Plaza de Mayo, tenemos que hacer ver y oír lo que nos pasa. Era una mujer con nombre de flor. Y ese grupo de mujeres decidió que Azucena Villaflor tenía razón: su lugar sería la Plaza de Mayo. La plaza sería el territorio de estas madres.
No tenían oficina, pero habían encontrado un lugar espacioso, aireado, iluminado y muy céntrico.
No tenían sillones mullidos, pero había bancos de plaza.
No había escritorios, pero tenían las faldas para apoyar allí las carpetas, expedientes, cuadernos o que hiciera falta. No tenían alfombras, sólo baldosas y unas palomas revoloteando. No tenían recepción, pero podían verse de lejos mientras iban llegando. No tenían teléfonos, pero se pasaban papelitos con mensajes, informes, o futuros puntos de encuentro.
Ocultaban esos mensajes en ovillos de lana, por si la policía o los militares se les cruzaban en el camino. No querían que las descubrieran. Ya que tenían los ovillos, llevaban agujas y tejían en la plaza, mientras iban pasándose información, inventando qué hacer, cómo buscar, cómo evitar la impotencia de no hacer nada. Penélope tejía esperando el regreso de su marido. Ellas tejían juntas las acciones para buscar a sus hijos y denunciar lo que estaba pasando .La primera vez fue el sábado 30 de abril de 1977. Eran sólo 14 en la Plaza de Mayo. Como no había casi nadie, decidieron volver el viernes siguiente. Después, una de las madres avisó, como atajándose de los malos augurios: “Viernes es día de brujas”. A la semana siguiente empezaron a encontrarse los jueves, el día que nunca más abandonarían, para escaparle a las brujas.
La policía empezó a desconfiar. Por el Estado de Sitio, se impedía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva.
Para decir la verdad, en este caso tenían razón: buscar la vida era subversivo. Como pájaros de uniforme, los policías empezaron a revolotear alrededor esas mujeres que hablaban y tejían de los asientos de la plaza. Ordenaron: “Caminen, circulen, no se pueden quedar acá”. Ellas se pusieron a caminar y a circular alrededor del monumento a Belgrano, en sentido contrario a las agujas del reloj: como rebelándose contra cada minuto sin sus hijos.
Marchaban, cada jueves, en las narices del gobierno dictatorial más temible. La plaza ya era el territorio de las Madres.
Algunos periodistas extranjeros descubrieron esas raras vueltas y vueltas. Consultaron a los militares. Les contestaron que eran unas mujeres trastornadas, unas Madres Locas que andaban buscando a gente que no estaba en ningún lado. Gran parte de la sociedad prefería no darse por enterada. La censura bloqueaba orejas, cerebros y corazones. Las madres locas eran las únicas que parecían cuerdas, tejiendo y circulando al revés que las agujas del reloj.
Se editó el primer boletín de Madres, se iba ganando apoyo afuera y adentro. Los militares llamaron a los viejos políticos a dialogar, como abriendo el paraguas frente a la crisis económica y a su propio desgaste. Pero las Madres estaban simbolizando dónde estaba la verdadera política, y quiénes eran sus nuevos protagonistas. En 1981 lo demostraron retomando la Plaza y haciendo la primera Marcha de la Resistencia. Solas, pocas, pero juntas, resistiendo 24 horas seguidas.
Vinieron épocas de ayunos, de tomas de iglesias y catedrales. Los jóvenes, sobre todo, se conmovían. Nació la consigna “aparición con vida”.
El 30 de abril de 1982, hubo manifestaciones de protesta en Buenos Aires contra la situación económica, la miseria planificada, con la policía reprimiendo a todos. Dos días después, se llenó la Plaza de Mayo para aplaudir a los militares que habían invadido Malvinas, creyendo que así se iban a reciclar en el poder en una especie de brindis perpetuo.
Las Madres dijeron que la guerra era otra mentira. La derrota de los militares resucitó la posibilidad de la democracia. Se abrió la multipartidaria, formada por cantidad de partidos y políticos muchos de los cuales, durante los tiempos más duros de la represión, habían sido expertos en el arte de callar.
En 1983 hubo elecciones, Alfonsín llegó a la presidencia, y las madres hicieron la marcha de las siluetas para que nadie olvidara a los ausentes. En los afiches decían que esos hijos desaparecidos habían luchado por la justicia, la libertad y la dignidad.
En 1985 Alfonsín las citó, pero luego no las atendió porque tenía que ir al Colón, según la explicación oficial. Las Madres tomaron la Casa Rosada, y se quedaron ahí instaladas como forma de resistencia pacífica. Esas acciones mostraban la grieta entre los discursos sobre los derechos humanos que hacía el gobierno, y la realidad. Y mostraban cómo el protagonismo político se desplazaba de los políticos de museo, a los movimientos generados en la sociedad para enfrentar los problemas tomando las riendas de sus propias decisiones.
la lucha contra las leyes de Punto Final y Obediencia Debida,
La lucha contra las rebeliones de Semana Santa y de los carapintadas
La marcha de las manos,
La marcha de los Pañuelos, cuando taparon la casa de gobierno de pañuelos blancos, los premios internacionales. El apoyo a los conflictos, a las huelgas, a los reprimidos y a los perseguidos. Empezaban a hacer propia una idea: el otro soy yo.
Las Madres, además de denunciar lo que había ocurrido con sus hijos, hicieron otra cosa: comenzaron a levantar las mismas ideas y sueños por las que esos jóvenes habían luchado.
Por eso sintieron que aún sin estar, sus hijos las estaban pariendo.
Aquellas amas de casa desgarradas por la desesperación, habían logrado transformar el dolor en acción y en pensamiento.
Todas estas luchas se multiplicaron al infinito cuando Menem llegó a la presidencia para perfeccionar, en democracia, la miseria planificada: privatizó el país, regaló el Estado, masificó el desempleo, protegió a toda clase de mafiosos, asesinos y corruptos, y además los puso a gobernar con él. De paso indultó a todos los militares que habían sido condenados.
Hubo más de lo mismo cuando subió De la Rúa, y las madres estuvieron allí, nuevamente en la plaza, el 19 y 20 diciembre, cuando ese gobierno intentó imponer el Estado de Sitio y se dedicó a reprimir a miles y miles de personas hartas de tanta decadencia y de tanta mentira. Nuevamente las plazas se llenaron de balas, y de jóvenes muertos.
La historia reciente es más conocida, las Madres y su universidad llena de jóvenes, de movimiento, de conferencias, de proyectos. Las Madres y su flamante radio, para que se escuche cada cosa que hay que decir. La intervención en cada lucha contra las mafias, contra la miseria, contra la muerte.
Y cada jueves, como siempre, las madres circulando, tejiendo solidaridad, construyendo este territorio de la Plaza para que sea el espacio de todos.
Ph: Pablo Corrales