martes, 16 de agosto de 2016

Casino de Mar del Plata, visita obligada en el paso por "la feliz"


Se cree que la primera casa de juegos de esta ciudad (llamarla Casino sonaría exagerado) comenzó a funcionar en el año 1889, por impulso de don Fernando Iza, padre de un reconocido político de la época. El único juego de azar con que contaba era la ruleta y el lugar, sin habilitación oficial, tenía como sede una gran casilla de madera. En el mismo año, otros vecinos de la zona, Juan y José Lasalle, Inocencio Echeverría y Fermín Bañuelos, se anotaron con otro sitio similar que –en forma premonitoria– ocupó un lugar en la playa Bristol, muy cerca del actual Casino Central. Una tercera sala de juegos se instaló sobre la rambla Pellegrini, en el domicilio de Benigno Bañuelos.
El conjunto de edificios donde hoy están el Casino Central, el Hotel Provincial y otros sitios emblemáticos de Mar del Plata comenzaron a construirse en el año 1927 y recién finalizaron, en su totalidad, en 1946. De todos modos, la casa de piedra caliza donde tiene su sede el casino marplatense, sin duda el más famoso de la Argentina, fue inaugurado el 22 de diciembre de 1938. En los primeros tiempos sólo tenía acceso a sus espléndidas salas la más alta burguesía porteña y bonaerense. Los trajes y vestidos de gala eran excluyentes. Hoy, la vestimenta habilitada y las clases sociales se pueden juntar en algunas de las mesas, aunque otras siguen destinadas sólo a los que puedan contar con sumas considerables para jugar a suerte y verdad. Igual se mantienen algunas restricciones: no se puede ingresar con “prendas deterioradas o rotas, camisas musculosas, ojotas o chinelas” y tampoco con shorts o trajes de baño.
Cuentan que cuando el casino se trasladó al Bristol Hotel, cerca de 1890, algunos de sus asiduos concurrentes eran Carlos Pellegrini, por entonces vicepresidente de la Nación, y vecinos ilustres de la ciudad, como Pedro Luro o Saturnino Unzué, entre otros. Cuentan que cierta noche, de improviso, se hizo presente en el lugar el jefe de la policía local y le aplicó a Pellegrini la ley de juego.
En el mismo acto, la ruleta fue confiscada y la llevaron presa, a la comisaría. El vicepresidente de la Nación respondió con el sentido del humor que se le atribuye: “Hace bien, comisario, llévesela nomás (a la ruleta), que en la comisaría vamos a poder jugar mucho más tranquilos”. Lo que nadie puede confirmar, ni desmentir, es si Pellegrini pudo darse el gusto de seguir despuntando el vicio, rodeado de uniformados, en la sede policial.
Ph: Pablo Corrales






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