Se cree que la primera casa de juegos de esta ciudad
(llamarla Casino sonaría exagerado) comenzó a funcionar en el año 1889, por
impulso de don Fernando Iza, padre de un reconocido político de la época. El
único juego de azar con que contaba era la ruleta y el lugar, sin habilitación
oficial, tenía como sede una gran casilla de madera. En el mismo año, otros
vecinos de la zona, Juan y José Lasalle, Inocencio Echeverría y Fermín
Bañuelos, se anotaron con otro sitio similar que –en forma premonitoria– ocupó
un lugar en la playa Bristol, muy cerca del actual Casino Central. Una tercera
sala de juegos se instaló sobre la rambla Pellegrini, en el domicilio de
Benigno Bañuelos.
El conjunto de edificios donde hoy están el Casino Central, el
Hotel Provincial y otros sitios emblemáticos de Mar del Plata comenzaron a
construirse en el año 1927 y recién finalizaron, en su totalidad, en 1946. De
todos modos, la casa de piedra caliza donde tiene su sede el casino
marplatense, sin duda el más famoso de la Argentina, fue inaugurado el 22 de
diciembre de 1938. En los primeros tiempos sólo tenía acceso a sus espléndidas
salas la más alta burguesía porteña y bonaerense. Los trajes y vestidos de gala
eran excluyentes. Hoy, la vestimenta habilitada y las clases sociales se pueden
juntar en algunas de las mesas, aunque otras siguen destinadas sólo a los que
puedan contar con sumas considerables para jugar a suerte y verdad. Igual se
mantienen algunas restricciones: no se puede ingresar con “prendas deterioradas
o rotas, camisas musculosas, ojotas o chinelas” y tampoco con shorts o trajes
de baño.
Cuentan que cuando el casino se trasladó al Bristol Hotel,
cerca de 1890, algunos de sus asiduos concurrentes eran Carlos Pellegrini, por
entonces vicepresidente de la Nación, y vecinos ilustres de la ciudad, como
Pedro Luro o Saturnino Unzué, entre otros. Cuentan que cierta noche, de
improviso, se hizo presente en el lugar el jefe de la policía local y le aplicó
a Pellegrini la ley de juego.
En el mismo acto, la ruleta fue confiscada y la llevaron presa, a
la comisaría. El vicepresidente de la Nación respondió con el sentido del humor
que se le atribuye: “Hace bien, comisario, llévesela nomás (a la ruleta), que
en la comisaría vamos a poder jugar mucho más tranquilos”. Lo que nadie puede
confirmar, ni desmentir, es si Pellegrini pudo darse el gusto de seguir
despuntando el vicio, rodeado de uniformados, en la sede policial.
Ph: Pablo Corrales